El Club de la Serpiente |
Ese día el adorador estaba como siempre, con la mirada ida. En realidad
no estaba, bueno, estaba ido. Como en los dos últimos lustros, parecía estar
navegando por otros rumbos. Nadie tenía la menor idea de por cuales. Nadie
no. El destinatario de sus ensimismamientos conocía de la fatalidad del
adorador.
¿Destinatario he dicho? Mejor lo digo como es: la destinataria, en femenino.
Se trata de la maga. Vive lejos, muy lejos al otro lado del globo, y vive
al revés. Se mire por donde se mire, ella vive al revés. No es que ande
cabeza abajo, que también, sino que si para el adorador es verano, para
ella invierno, si el adorador atraviesa la mañana, ella la madrugada, cuando
el la tarde ella la mañana y si la noche ella la tarde, si el elude ella
presenta lo dicho, vive al revés, que hasta su agua gira distinta, no digamos
su mente: es alegre, dicharachera, inteligente, expresiva, lista muy lista.
El adorador seguía su estela como al barco de pesca las gaviotas al entrar
en cualquier bahía de vuelta a casa: por ver que atrapan. ¿Nunca habéis
visto este espectáculo? Mejor, es de gran belleza, revoloteando alrededor,
con esos graznidos que emiten las gaviotas hambrientas pero también de gran
tristeza, si te paras a pensar. Con la esperanza de la captura de los despojos
que caen al mar, con la esperanza de alcanzar lo que de otra forma no saben
encontrar.
El adorador anda tras su huella por impregnarse de todo su ser.
Pero como decía, han pasado ya dos lustros. Dos lustros desde aquella historia
de encuentros y desencuentros, que dejaron en el alma del adorador esa mirada
perdida.
¿Que dirá este metete? Si no tiene ni puta idea de nada. Si ni sabe ni
conoce, ni puede saber, ni puede conocer. Hay que ser un atrevido y un ignorante
para tratar de explicar a la maga. Si, en una cosa tiene razón: la amé,
creo que me amó, creo que nos amamos. Jamás podré olvidarla. Jamás podré
olvidar el bendito día en que, por fin, estuvimos frente a frente. ¡Qué
manera de llover! Y yo que me había imaginado un día lleno de luz Pero así
era nuestra historia Si, también tiene razón en que ella vivía al revés,
por eso, seguro que por eso, nada salía como pensabamos y menos mal que
teníamos su magia.
Llovía como bien sabe hacerlo en el norte, en mi tierra: sin descanso, con
esa lluvia que a fuerza de insistir te vuelve cabizbajo, mirasuelos, que
te encoge y te arruga. que te inunda de grises y que sólo el sol achica,
o casi solo.
Recuerdo como de ahora mismito el encuentro de mi mirada con la suya: dios
mio!!! Salían chispas, nos fundíamos. Era la mirada del amor largamente
compartido, del conocimiento, del entendimiento, de la comprensión, del
así que esta-e eres tu amiga-o y del deseo, del deseo ahogado durante meses,
saliéndose, escapándose, en plena ebullición Nos faltó tiempo para abrazarnos
con la fuerza de la desesperación, soltarnos, mirarnos y remirarnos Se me
salía el corazón, a la maga también. Se la notaba supongo que tanto como
a mí. Poco a poco vimos que aquello no daba para más, que queríamos buscarnos
y rebuscarnos, tocarnos, besarnos amarnos por todo lo que no nos habíamos
amado, acabarnos.
Me acuerdo que la maga dijo la maga siempre tomaba la iniciativa--: Galle
no pensarás tenerme aquí todo la tarde.
La contesté con una bobada: no maga, ya sabes que yo de pensar poco
Echamos a andar muy cogiditos, entrando en nuestras almas por la visión
tanto tiempo anhelada de nuestras miradas, hasta llegar, no importa a donde.
Maga, cuanto te he esperado, que no sabes ni la cuarta parte de lo que te
adoro Chissssss!!! Calla galleguito, déjalo, que estamos juntos Adórame
A estas alturas nuestras manos enredaban, buscaban, acariciaban, tocaban,
asaltaban terrenos a cada instante más peligrosos, más gozosos.
Nuestras labios unidos en un beso que parecía no tener salida y si la tenía.
Beso su cuello y voy bajando hacia sus pechos jugando con mi lengua busco
su mirada uno a uno los botones de su camisa van dejando paso a la desnudez
los cuerpos ceñidos, notándonos la excitación creciente. Con mi mano aparezco
debajo de su falda, acariciando sus piernas en alturas de humedad. Maga
tu despacito deja eso. Y por el arte de su magia desaparecen las envolturas.
La moqueta es cálida. Déjame maga, deja que te descubra, deja que te adore
La maga me deja. La recorro de la cabeza a los pies y de los pies a la cabeza
deteniéndome en cada detalle besando cada milimetro de su piel encendida.
Ven conmigo galleguito voy voy te quiero. Me adentro en sus adentros despacio
y así nos quedamos, quietos por un tiempo fuera del tiempo con el deseo
contenido unidos por el placer de sabernos uno, por la certeza de sabernos
espíritus enlazados hasta el fin de cualquier fin No sé lo que duró aquello
Sí que lo que siguió fue lo más cercano que he estado nunca del cielo, de
las estrellas, del más allá y de la tierra que piso.
Mírale, el adorador sigue igual: ¿en que estará pensando? Desde aquél día en que empezó a sustraerse de la vida no ha levantado cabeza, pobre hombre. Llegó ya algo distraído, decía cosas extrañas de una maga y su adorador, decía que el era el adorador, que había estado en mundos desconocidos para el resto de los mortales, algo de unos leños y un fantasma. Pobrecito.
Joder!!! Vaya pesadez, ¿no podrán dejarme en paz? No, no tienen ni idea. Conocí la luz que todo lo ilumina. Pobres hombres, no saben nada. Pobrecitos. Si supieran de la maga.
Habían pasado segundos, no había lustros de por medio, pero señores, el adorador así lo contaba. ¿Estaría tan chiflado?".
Carlos1